El Popocatépetl, el segundo volcán más alto de México con una altura de 5 mil 452 metros sobre el nivel del mar, es reconocido no solo por su imponente presencia, sino también por el impacto que ha tenido en la vida de las comunidades que lo rodean. Durante siglos, el volcán ha sido catalogado como uno de los más peligrosos del mundo debido a su cercanía a zonas densamente pobladas.
El “Popo”, como es conocido localmente, es un estratovolcán, lo que significa que está formado por múltiples capas de lava y ceniza volcánica acumuladas a lo largo de miles de años de erupciones.
Con más de 730 mil años de existencia, se le considera un volcán relativamente joven. Su actividad ha sido documentada por diversas civilizaciones prehispánicas, y algunos de estos eventos volcánicos han dejado una huella significativa en la arqueología.
Uno de los momentos clave en la historia volcánica del Popocatépetl ocurrió en el siglo I d.C., cuando una erupción catastrófica de 25 kilómetros de altura cubrió un área de 240 kilómetros cuadrados. Esta erupción fue tan devastadora que sepultó por completo el poblado prehispánico de Tetimpa, en las cercanías del volcán.
Este evento es comparable, e incluso mayor en impacto, al que destruyó la ciudad de Pompeya en Italia.
Según la arqueóloga Gabriela Uruñuela Ladrón de Guevara, profesora de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), esta erupción ha permitido a los arqueólogos descubrir cómo vivían los habitantes de Tetimpa antes de la tragedia. Han encontrado altares, vasijas y otros artefactos que revelan la vida cotidiana de la aldea, así como evidencia de que Tetimpa estaba conectada a rutas comerciales importantes, como el Paso de Cortés.
Tras la erupción, muchos refugiados de Tetimpa fueron acogidos en Cholula, un asentamiento cercano que eventualmente se convertiría en un centro religioso y cultural clave en Mesoamérica. La llegada de estos refugiados marcó un momento crucial en la construcción de una de las subestructura de la pirámide de Cholula, conocida como la Pirámide Roja o Pirámide de los Chapulines, la cual fue construida poco después de una erupción volcánica.
Lo interesante de esta pirámide es que su escalera principal está orientada hacia el Popocatépetl, mientras que otra escalera conduce a recintos decorados con cráneos humanos, lo que sugiere que estaba dedicada a los antepasados de los habitantes.
En la década de 1930, arqueólogos excavaron más de 10 kilómetros de túneles bajo la pirámide, registrando 5.5 kilómetros, y con tecnología moderna descubrieron que la pirámide pasó por ocho etapas de construcción.
Hoy en día, el basamento de la Gran Pirámide de Cholula solo es visible desde un reducido espacio arqueológico, donde se han descubierto diversas etapas de su construcción, junto con los patios ceremoniales ubicados al sur y al oeste del gran basamento.