El municipio de Tepeaca se ha caracterizado por poseer una interesante historia. Ya que en sus inicios perteneció al antiguo señorío de Tepeyacac, el cual tuvo su origen en las migraciones Tolteca – Chichimecas del siglo XII.

Sin embargo, Tepeaca fue conquistada por los aztecas en 1466 y fundada por Hernán Cortés bajo el nombre de “Villa de Segura de la Frontera”, el 4 de septiembre de 1520 (un año antes de que Tenochtitlan cayera en manos de los españoles).

De acuerdo con los historiadores, en aquel entonces Tepeyacac, que en náhuatl significa “En la punta del cerro”, colindaba con Tlaxcala y Cholula, razón por la que Cortés decidió establecerse en esa zona.

Datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) señalan que, en 1543, los frailes franciscanos trasladaron la ciudad al pie del cerro donde levantaron un monasterio dedicado a San Francisco de Asís.

El encuentro entre las dos culturas, la indígena y la española, dejó rastros al pasar del tiempo, ya que en diversas excavaciones se han encontrado piezas arquitectónicas tanto de los españoles, como de los primeros habitantes de la región.

Una de estas piezas que han cautivado a todos es la de los “Perros de Tepeaca”, esculpidos en piedra durante el Siglo XVI, los cuales tienen una altura de 117 centímetros de alto y 50 centímetros de ancho.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia ha señalado que estás figuras zoomorfas, formaron parte de una fuente que debió tener grandes proporciones.

De acuerdo con los investigadores, la fuente pudo haber sido de forma octogonal, y quizás cada perro representaba un “desagüe”.

La escultura presenta un pelaje que simula plumas, en un tratamiento que resulta muy similar al del “coyote emplumado”, el cual se encuentra en el Museo Nacional de Antropología.

Conoce al perro más antiguo de Tepeaca, su historia data del Siglo XVI
Conoce al perro más antiguo de Tepeaca, su historia data del Siglo XVI

Asimismo, el INAH menciona que la fidelidad y compañerismo que evocan los perros fueron la inspiración para que estas figuras fueran colocadas para “proteger” al agua de la fuente, en una localidad que en sus inicios sufrió por su carencia.

Actualmente, estás figuras se encuentran en el Museo Nacional del Virreinato, ubicado en el antiguo Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán, Estado de México, a tan solo 2 horas de la capital poblana.

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