Lunes 8 de abril, un día histórico y caluroso para miles de poblanos pues dos amaneceres se esperaban en menos de 8 horas.

Desde las 10 de la mañana, decenas de personas, locales y turistas, comenzaron a hacer fila en la explanada del zócalo de la capital de Puebla. En el ambiente, era perceptible la curiosidad y emoción.

Personal del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, así como miembros del equipo de astrofísica de la Benemérita Universidad de Puebla (BUAP) se encontraban en la plancha del zócalo dando los últimos ajustes a sus instrumentos de observación, apuntando directo hacía el sol.

Cualquier otro día de la semana, las personas caminan buscando la sombra de los árboles, pero este lunes, largas filas comenzaron a formarse en la parte oeste del zócalo.

Frente a la fuente de San Miguel Arcángel fue colocada una lona con información general sobre sucesos astronómicos, tales como los eclipses totales de sol o los eclipses lunares.

El reloj ya marcaba las 10 con 15 minutos y uno de los estudiantes voluntarios dio aviso sobre el inicio del eclipse total de sol. Las primeras personas en haberse formado comenzaron a observar el fenómeno astronómico desde los telescopios con filtro especial que fueron colocados de manera gratuita. En un abrir y cerrar de ojos, las filas se triplicaron.

Estudiantes y sus amigos; padres y sus hijos; abuelos y nietos, así como amantes del firmamento esperaban ansiosos para observar un eclipse total que no volverá a pasar por tierras mexicanas hasta 2052.

Hay 5 etapas distintas de un eclipse solar anular: primer contacto, segundo contacto, eclipse máximo, tercer contacto y cuarto contacto.

En plena transición entre el primer y el segundo contacto, un hombre de treinta y tantos años, cabello largo y tez clara se colocó en la fuente de San Miguel y comenzó a recitar todo un discurso relacionado a los cambios y períodos de transición que evocaban antiguas culturas.

Decenas de personas comenzaron a mirarlo pero para el eclipse máximo, no quedaba un solo espectador. Para este punto, las filas parecían turbas en toda la extensión de la palabra.

Aquellos que nacieron antes de 1991, recordaban parte de su niñez y juventud; en contraste, las nuevas generaciones, aquellos que nacieron después del nuevo milenio, se preguntaban si pasaría algo más, tal vez buscaban oscuridad total.

Voluntarios del club de astrofísica repetían una y otra vez la misma consigna.

“Aunque tengamos filtro, no se debe mirar el sol por más de 20 segundos y deben descansar al menos 10 minutos la vista”. Entre el tercer y el cuarto contacto, los ánimos se apaciguaron pero no desaparecieron.

Al centro de los telescopios, algunas madres y abuelos intentaban junto con sus sobrinos e hijos, proyectar las últimas sombras del sol sobre el cielo.

El método más seguro para ser espectador de un eclipse. Mientras la gente comenzaba a esparcirse, diferentes visores fotosensibles, desde los rudimentarios como cristales de soldadura de la más alta graduación hasta lentes especiales con la normativa ISO se alzaban sobre las decenas de cabezas que permanecían en el zócalo durante los últimos minutos del eclipse.

A tres horas de comenzar a ver este fenómeno, el ambiente parecía haber pasado de la emoción al asombro y de la curiosidad nació un nuevo interés para quienes pudieron ser testigos del proceso de transición y rotación.

De acuerdo con la NASA, en todo el planeta habrá alrededor de 50 eclipses entre 2024 y 2050, pocos llegarán a ser visibles en México, aunque ninguno será total.

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