Después de haber sido velada en su humilde vivienda, donde familiares y amigos le dieron el último adiós, fue sepultada María Rita Torres Mérida, mujer voladora de Huauchinango.
Fue el pasado sábado 4 de marzo cuando la muerte la sorprendió en el momento que ella ascendía por el palo que forma parte del ritual de Voladores, cuando cayó a una altura de 20 metros.
Pese a que los cuerpos de emergencia la llevaron al nosocomio de Huauchinango, los médicos confirmaron que ya no contaba con signos vitales.
La mujer de 19 años de edad dejó en la orfandad a una niña de 3 años, quien despidió a su madre con un beso en el ataúd de madera donde descasaba el cuerpo de la integrante del grupo de voladores Hermanos Águila.
Durante tres días los familiares escucharon cánticos y rezos por el eterno descanso de la joven mujer, mientras que los voladores entonaron música con sonido de la flauta y tambor prehispánico.
Hasta la vivienda, de muros de madera y techo de lámina, llegó el presidente municipal de Huauchinango, Rogelio López Angulo, para reiterar su apoyo a los deudos, tras el accidente que se registró durante la ceremonia de coronación de la reina de la Feria de las Flores, en su edición 84.
Al mediodía del lunes 6 de marzo, afuera del domicilio ubicado en la colonia Guadalupe salió el cortejo fúnebre rumbo a la explanada de la escuela Carlos Ismael Betancourt, donde el Consejo Nacional de Voladores y el Consejo de Voladores de la Sierra Norte de Puebla realizó el “Ritual de finado”.
A las 15:00 horas llegó el cuerpo al panteón municipal, flanqueado por coronas de florales velas, incienso, copal y una cruz de madera adornada con flores.
Mientras la música de los voladores continuaba, al llegar a la entrada del panteón municipal, como parte del ritual de despedida, se colocó una jícara en el piso la cual fue rota por el paso de la carroza fúnebre.
Después se colocó el féretro a la entrada del panteón, donde los voladores danzaron hacia los 4 puntos cardinales, al ritmo de las notas de la flauta y el tambor.
El último adiós lo hizo su familia junto con sus hermanos voladores Aztecas de Copila, Pura Sangre de Huauchinango, Cazadores del Viento, Rey Xolotl y Guerreros del Viento de Pahuatlán.
Todos le reconocieron su pasión por volar y mantener vivas estas tradiciones, las cuales aprendió desde los 9 años de edad, pero que solo disfrutó en los últimos años al lado de otras mujeres danzantes.