María Luisa Núñez Barojas es fundadora del colectivo La Voz de Los Desaparecidos en Puebla, una agrupación que además de permitir la localización de varias personas, entre ellas su propio hijo, marcó un precedente para la creación de políticas públicas.
Para María Luisa, la comunidad fue una base importante en la constitución del colectivo así como la orientó a corrientes por la defensa de los derechos humanos, tales como el feminismo.
En El Universal Puebla platicamos con María Luisa quien nos explicó los vínculos que comparten el feminismo y la búsqueda de personas desaparecidas.
Aunque señala que el tema tiene complejidad, la preservación de la vida para el goce de los derechos es el objetivo central. Desde su experiencia en el activismo, indica que cada colectiva feminista trae su propia bandera: despenalización del aborto, violencia vicaria, deudores alimentarios, por mencionar algunas.
Sin embargo, todos estos problemas se congregan y enfrentan dentro del colectivo La Voz de los Desaparecidos.
“Nuestra bandera es la defensa de los derechos de las víctimas de desaparición forzada, sean niños, hombres, preferencia, identidad”, indicó.
Sin dudarlo, María Luisa nos aclara que la búsqueda de personas también es un acto feminista porque desde su percepción, el feminismo puro no lucha por denigrar o menoscabar los derechos de los hombres, o sobreponer los derechos de las mujeres. Sino, por defender y hacer valer los derechos.
“Entendemos que sí somos feministas, las buscadoras están pugnando por los derechos de ellas y ellos”.
El hijo de María Luisa, Juan de Dios, fue desaparecido el 28 de abril de 2017. En ese entonces no existía un marco regulatorio sobre la desaparición de personas ni existía la Fiscalía Especializada en la Investigación de Delitos de Desaparición y la Comisión Estatal de Búsqueda.
Originaria de Palmar de Bravo, se enteró sobre organizaciones de madres que buscaban a sus familiares en diversas partes del país y decidió hacer lo propio sin tener una noción de lo que podría conformar.
Tras una serie de marchas y reuniones con autoridades, comenzó a tejer una red de comunicación con familias que se encontraban en la misma situación y a su labor como buscadora se le sumó la de activista.
Después de cinco años de búsqueda, María Luisa encontró los restos de su hijo en una fosa clandestina junto a los cuerpos de Abraham y Vicente, amigos con quienes salió de Tehuitzo, municipio de Palmar de Bravo antes de ser detenidos en un retén en la comunidad de Cuacnopalan.
Su búsqueda había terminado pero la de muchas familias aún continuaba. La primera protesta frente a Fiscalía estuvo compuesta de tres familias, conforme pasó el tiempo, la cifra aumentó a 30 y ahora brinda apoyo a más de 100 familias.
Esto sentó las bases para una red de apoyo. Aunque ya se encontraba inmersa en el colectivo, declara no haber comprendido a plenitud los alcances que tuvo la organización de las familias. No solo en el marco legal, también en el acompañamiento emocional, ya que no solo se brindan orientaciones legales, también existe un ejercicio de atención y reciprocidad con familias vulnerables.
Este 8 de marzo, el colectivo participa en la mega protesta con un contingente liderado principalmente por madres que están cerca de llegar a ser adultos mayores.
“Somos unas feministas que pareciera diferente de las que marchan 5 mil o 10 mil, porque la mayoría son mamás, estamos pisando la tercera edad”. A pesar del cambio generacional, indica que no existe diferencia en la lucha.
Dentro del Colectivo han padecido todo tipo de violencia, por ejemplo la estructural, por hombres en los ministerios públicos hasta la que ejercen mujeres que laboran como funcionarias de la administración pública.
“Aquí nos llueve de todo. Insisto, nuestra convicción es también luchar por ellos; porque son hijos de ellas”, expresó.