La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla informó en un comunidado, que el patrimonio documental Obras de música para tecla, arpa y vihuela, de Antonio de Cabezón, impreso en Madrid en 1578 por Francisco Sánchez, es uno de los 11 que en 2021 quedaron inscritos en el Registro Nacional de Memoria del Mundo de la UNESCO, para sumar un total de 75 registros nacionales.

Tras recibir la constancia de registro de esta obra, Mercedes Isabel Salomón Salazar, directora de la Biblioteca Histórica José María Lafragua, destacó que es considerada por la musicología histórica como una de las más relevantes del Renacimiento español. De un tiraje de mil 200, es uno de doce volúmenes sobrevivientes, el único en México y en América Latina. Un ejemplar excepcional porque se conserva sin tachaduras ni enmiendas en el acervo de la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la BUAP.

Salomón Salazar señaló que la contribución de Antonio de Cabezón a la música occidental radicó en el desarrollo de una técnica instrumental conocida como cifra, expresada a través de un repertorio para instrumentos de tecla. Su aportación constituye hoy en día un reflejo de las ideas estéticas de su tiempo. La obra pudo llevarse a la imprenta gracias a una ardua labor de Hernando de Cabezón, hijo del más célebre organista de Felipe II.

“Gracias a recientes investigaciones de expertos musicólogos es que se ha podido estudiar, transcribir y volver a interpretar, permitiéndonos escuchar y gozar nuevamente la música que se tocaba en los reinados de Carlos V y Felipe II. De otra manera, se habría esfumado en el correr del tiempo, descansado sólo en la memoria de quienes la conocieron. Su relevancia aumenta cuando se considera que de Cabezón no sabía escribir; pero tenía una capacidad auditiva y una memoria excepcional, pues de ella dependía para volver a tocar cualquier pieza y componer la que creaba en su mente”, destacó.

En la ceremonia de entrega de constancias de registros Memoria del Mundo México 2021, cuya sede fue el Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas, en la Ciudad de México, Catherine Bloch, presidenta del Comité Mexicano Memoria del Mundo, informó que en 1992 la UNESCO estableció el Programa Memoria del Mundo con el propósito de salvaguardar el patrimonio documental de la humanidad, a veces amenazado por acciones humanas deliberadas, como la guerra, la indiferencia o desinterés, de quienes son custodios o responsables del mismo; desastres naturales -inundaciones, incendios y terremotos- y otras más por desconocimiento de su existencia o valor.

Las Obras de música para tecla, arpa y vihuela es un compendio de partituras muy valioso para conocer la música que se interpretaba en iglesias y capillas durante el Renacimiento. De Cabezón, padre e hijo, se dieron a la tarea de recopilar y, en algunos casos, adaptar tanto motetes como misas y chansons (la mayoría piezas polifónicas), de autores tan renombrados de su época como Josquin des Prés, Thomas Crécquillon, Jean Richafort, Philippe Verdelot, Jacobus Clemens non Papa y otros. Según algunos expertos, las Obras de música para tecla, arpa y vihuela fueron editadas para difundir estas piezas musicales, como las propias de Cabezón, entre los instrumentistas; incluir el arpa y la vihuela fue una estrategia comercial para vender mejor los ejemplares.

Entre los acervos inscritos en Memoria del Mundo de la UNESCO se encuentran fondos documentales, acervos sonoros y fotográficos, como el Archivo Histórico de la Compañía Real del Monte y Pachuca (1727-1986); el Archivo Gibran Kahlil Gibran (1883-1935); el Legado sonoro de Álvaro Gálvez y Fuentes (1950-1975), y el Acervo Fotográfico Ruth D. Lechuga (1948-1991), que resguardan el Archivo Histórico y Museo de Minería; Fundación Slim, la Fonoteca Nacional y la Fundación Ajaraca, respectivamente.

Lafragua, un resguardo para la historia

Las Obras de música para tecla, arpa y vihuela constituye el cuarto registro de la Biblioteca Histórica José María Lafragua ante el Comité Mexicano, al que se suma uno más en el Comité Regional de Memoria del Mundo. También representa el primer impreso extranjero registrado en el Comité Mexicano, como un compromiso por la preservación de tan invaluable ejemplar.

Las otras obras que gozan de este registro son Opera Medicinalia, de Francisco Bravo, impresa por Pedro Ocharte en 1570. Primer impreso sobre Medicina teórica en toda América, del cual sobreviven tres ejemplares en el mundo, uno de estos en la Biblioteca Histórica José María Lafragua, único ejemplar en territorio mexicano. Prestigiosos historiadores de la Medicina y bibliógrafos la consideran una de las publicaciones más importantes de la bibliografía mexicana y mundial.

El Códice Sierra-Texupan (1550 y 1564), manuscrito con texto en lengua náhuatl escrito con caracteres latinos y combinado con elementos de pictografía mesoamericana de manufactura indígena. Se trata de un libro de contabilidad a la manera europea, que registra los ingresos y egresos del pueblo de Santa Catalina Texupan (Estado de Oaxaca), entre 1550 y 1564. Es uno de tantos “libros de caja de comunidad” que debieron existir y que hoy están desaparecidos.

El Canto General, de Pablo Neruda. Un canto amargo y agitado, creado a partir de grandes saltos geográficos, meditado en la cárcel, intuido en medio de la zozobra, pero al mismo tiempo alegre, sano y optimista, que quedó atrapado en una estupenda edición lograda en 1950 por Talleres Gráficos de la Nación, gracias al trabajo del diseñador Miguel Prieto y la colaboración de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Cuatro artistas reunidos con un mismo objetivo. Sólo esta edición reúne todos los elementos para ser considerada una de las grandes y últimas obras tipográficas del siglo XX en América. Esta obra es la que tiene ambos registros: Memoria del Mundo México y América Latina.

Con un acervo bibliográfico que sobrepasa los 90 mil volúmenes, entre los que destacan cerca de 45 mil libros antiguos de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, entre estos 17 incunables, una importante colección de libros del sigo XIX y una pequeña hemeroteca, la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la BUAP es uno de los recintos de consulta más importantes del estado, orientado a la investigación especializada, para lo cual dispone de un sinnúmero de materiales de gran diversidad temática.

Fue inaugurada en 1874 como Biblioteca del Colegio del Estado, aunque su acervo comenzó a formarse desde que se fundó el Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, en 1587.

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