Puebla es un estado que se distingue por su historia, su cultura y su belleza natural, pero también por ser el hogar de una de las familias más ricas e influyentes del país: los Jenkins.
Su fortuna se originó con William Oscar Jenkins, un empresario estadounidense que llegó a México a principios del siglo XX y que supo aprovechar las oportunidades de inversión en la industria textil, inmobiliaria y cinematográfica.
Su legado se ha extendido a través de generaciones, pero también ha sido empañado por escándalos y conflictos.
William O. Jenkins nació en Tennessee, Estados Unidos, en 1878. En 1901, llegó a México como representante de una compañía de seguros, pero pronto se interesó por el negocio textil.
En 1904 se estableció en Puebla, donde adquirió varias fábricas de hilados y tejidos, aprovechando la demanda de telas durante la Revolución Mexicana.
Su visión empresarial lo llevó a diversificar sus inversiones, incursionando en el sector inmobiliario y cinematográfico. Llegó a poseer más de 200 propiedades en Puebla, así como el monopolio de las salas de cine en el país.
También participó en el sector financiero, creando el Banco de Puebla y el Banco de Oriente. Su éxito económico le permitió acumular una fortuna estimada en 60 millones de dólares para 1963, año de su muerte.
Sin embargo, Jenkins no solo se dedicó a los negocios, sino también a la filantropía. En 1954, creó la Fundación Mary Street Jenkins, en honor a su esposa, con el objetivo de promover la educación y la cultura en Puebla.
La fundación ha financiado proyectos e instituciones como la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), el Museo Amparo, el Complejo Cultural Universitario, el Hospital Ángeles, entre otros.
Además, ha apoyado a las comunidades más necesitadas, proporcionando acceso al agua potable, la salud y la educación. A pesar de su gran aportación al desarrollo de Puebla, Jenkins también tuvo que enfrentar varias adversidades y críticas.
Durante la Revolución Mexicana, fue acusado de colaborar con los rebeldes y de evadir impuestos. En 1919, fue secuestrado por un grupo de bandoleros que le exigieron un rescate de 500 mil pesos y en 1927, fue detenido por el gobierno de Plutarco Elías Calles, que lo acusó de conspirar contra el Estado.
Luego, en 1938, fue expulsado del país por el presidente Lázaro Cárdenas, que lo consideraba un enemigo de la nación. Sin embargo, Jenkins logró regresar a México en 1940, gracias a la intervención del presidente Manuel Ávila Camacho que era su amigo.
El legado de Jenkins
Tras la muerte de Jenkins, su legado quedó en manos de la fundación, que se convirtió en la heredera universal de su fortuna. Sin embargo, esto generó inconformidad entre algunos de sus descendientes, que buscaron obtener recursos de la fundación de manera ilegal.
Esto derivó en una serie de conflictos legales, acusaciones de fraude, lavado de dinero y corrupción. Algunos miembros de la familia Jenkins huyeron del país, mientras que otros fueron detenidos por la Fiscalía General de la República (FGR).
Actualmente, la familia Jenkins sigue siendo una de las más poderosas de Puebla, pero también una de las más polémicas.
Su fortuna se estima en más de mil millones de dólares, y sus negocios abarcan sectores como el hotelero, el educativo, el deportivo, el energético y el agropecuario.
Algunos de sus representantes continúan con la labor filantrópica de la fundación, mientras que otros enfrentan procesos judiciales. Su historia es una muestra de cómo el éxito y la controversia pueden ir de la mano.