A los 68 años de edad, Santiago Rosas Herrera tuvo que enfrentar una inesperada realidad: quedarse encerrado en su casa por una pandemia, y tener que suspender su trabajo como empacador voluntario en un supermercado frente a La Fayuca.
“Viví la pandemia de milagro, porque como personas adultas ya no nos contrata nadie y les pedimos apoyo a las autoridades y nunca nos quisieron dar. Incluso en el supermercado me daban una ayuda y después la retiraron. Entonces estuvimos sobreviviendo con el favor de Dios, pero sobrevivimos”, relató en entrevista con El Universal Puebla.
El vecino de la colonia Guadalupe Victoria, junto al mercado Hidalgo, dijo que por fortuna en su casa nadie enfermó de Covid-19, pero cuatro de sus compañeros empacadores fallecieron.
Para él lo más difícil durante el tiempo que permaneció sin trabajo fue tener que conseguir cómo solventar sus compromisos económicos.
Desde hace 15 días regresó a trabajar como “cerillito”, ya que comprobó que cuenta con sus dos vacunas y tiene sus documentos en orden, además de que se protege con careta, mascarilla y uso de gel antibacterial.
“Lo que caiga es bueno, ya sean 100 ó 150 pesos diarios”, comentó Don Santiago, quien además recibió una despensa, una cobija y estudios para medir su presión arterial por parte del DIF Municipal.
Recibe una pensión del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de 2 mil 300 pesos mensuales, pero son insuficientes; dos mil son para pagar la renta y el resto para otras necesidades.
María del Carmen Overal Cruz Limón, de 73 años de edad, es empacadora voluntaria en un supermercado del Bulevar Xonaca desde hace 11 años y después de un año 4 meses de encierro, regresó a laborar.
En su caso dijo que para sobrevivir se ayudó con la pensión universal para adultos mayores de 65 años y más que otorga el gobierno federal.
La cadena de supermercados apoyó a sus empacadores por un tiempo. Una semana le dieron a ella 300 pesos, después fueron 50 pesos y hubo una ocasión que sólo recibió 20 pesos.
“Hay gente que sólo da 50 centavos, hay veces que no dan ni las gracias, y empacamos carros llenos y ni siquiera le dan a uno las gracias; pero tampoco les podemos decir nada porque acusan con la supervisora del personal y nos castiga con tres días sin trabajo”, reveló.
Durante la pandemia llegó a dudar incluso en comer.
“Luego decía ¡ay, Dios mío! que Dios quiera y ya entremos a trabajar. Siempre me veía pidiéndole a Dios para que nos presentáramos a trabajar, pero ya se nos concedió”, expresó.
Su jornada es de 12:00 a 17:00 horas y cuando no hay gente, puede descansar un poco y aprovechar para comer algo.
En promedio obtiene 250 pesos diarios, lo que le alcanza para comprar un poco de comida o ahorrar para zapatos, ropa o el uniforme.
Para poder regresar a trabajar como empacadores, el DIF Municipal les realizó pruebas para descartar que estuvieran enfermos de Covid-19. Además, la cadena de supermercados los envió a revisión médica.
Doña María del Carmen acude diario y sin descanso en la semana debido a que actualmente son pocos empacadores en la tienda, donde antes de la pandemia había 10 cerillos y ahora solo son 4.
Bernardino López Zambrano, vecino de la colonia El Salvador, comentó que extrañó mucho a sus compañeros, pues ya se había acoplado a su compañía y a estar activo.
Hoy no tiene noticias de sus demás compañeros, no sabe por qué no han regresado a trabajar pero, en su caso, a sus 68 años de edad, insistió que seguirá laborando hasta que pueda, pues se siente bien de salud.
Mariana Juárez, de 75 años de edad y vecina de Barranca Honda, trabaja como empacadora voluntaria para no estar triste en su casa.
Su hija vivía con ella, pero hace tres años murió y permanecer en su casa solo hacía que la recordara y eso la entristecía. Entonces decidió trabajar, aunque reconoce que no lo necesita porque sus hijos le dan dinero para mantenerse.