Una semana ha pasado desde que las llamas encendieron las preocupaciones, quemaron los sueños y destrozaron vidas de los habitantes de San Pablo Xochimehuacán en la ciudad de Puebla.
A siete días de distancia de la tragedia por la explosión de un ducto de gas en esta comunidad donde habitan más de 64 mil personas, los pobladores continúan sus actividades diarias, aunque con temor.
Las señoras acuden a los puestos por el recaudo, los niños andan en bicicletas, los grupos de amigos se juntan para platicar en las banquetas. Los establecimientos en la zona, de todos los giros, tratan de subsistir con sus ventas.
La vida es distinta para los más afectados, los que perdieron todo tras la explosión de la toma clandestina, registrada el pasado 31 de octubre, porque ven sus viviendas destruidas en la zona cero o siguen en el albergue para salvaguardarse.
De acuerdo con la Secretaría de Infraestructura, 191 inmuebles presentan daños menores y moderados, de los cuales ya comenzó el derrumbe de 64 hogares que serán reconstruidos.
La amenaza subterránea
Las tuberías del gasoducto Cactus-Tula-Guadalajara están por debajo de las calles de esa localidad, y los lugareños han aprendido a transitar por las avenidas, que casi en cada esquina tienen un anuncio de “no excavar, ductos Pemex”.
Desde la explosión, a la fecha, se observa una mayor presencia de elementos de la Guardia Nacional, del Ejército Mexicano y de la Policía Estatal, así como de la municipal.
Pero a pesar de todo el despliegue paramilitar, habitantes del lugar se sienten inseguros, porque declararon que, aunque hay más vigilancia, las tomas clandestinas siguen.
Doña Yulisa Flores Cruz, quien tiene 35 años viviendo en San Pablo, comentó que siguen temerosos, pero la actividad diaria tiene que seguir, porque muchas personas trabajan, tienen que vender su mercancía.
“Tenemos que hacer nuestra vida normal, aunque con el riesgo de que haya nuevamente una explosión o caída de algunas casas”, expresó.
La señora reprochó que, si bien ahora hay mucha vigilancia, el día de la explosión no estuvieron presentes, “dicen que vinieron camionetas, yo nunca las vi, nosotros nos salimos por nuestros medios”.
Denunció que desde que llegó al cargo el actual presidente auxiliar de Xochimehuacán, Paulo César Juárez González, se han visto más tomas clandestinas de combustible.
"Eso no se había visto acá. Pero desde que entró este presidente la verdad no ha hecho nada, al contrario, hemos tenido más inseguridad porque han cobrado hasta derecho de piso”, destacó.
A su vez, en su puesto de gorditas, quesadillas y cemitas, doña Juventina comentó que no están tranquilos al 100 por ciento, pero tienen que seguir adelante, “tenemos que trabajar, hacer todo, casi a la normalidad, porque si no qué hacemos”.
Sin embargo, dijo que se siente un poco más segura al ver la presencia de militares, aunque el día que se retiren, los habitantes son los que deben estar alertas para que no se repita otra desgracia.
Horas después de lo acontecido, muchas familias fueron desalojadas de sus viviendas instaladas a kilómetros a la redonda del sitio del estruendo, y no podían ingresar a las mismas hasta que Protección Civil del estado lo autorizara después de hacer una inspección.
Pero conforme pasaron las horas y los días, poco a poco algunas familias retornaron a sus casas, aunque no en todos los casos sus pertenencias permanecieron intactas.
Tal es el proceso de Yrlet Estrella, donde el techo de una parte de su patrimonio se vino abajo. Tuvieron que salir unos días, intentaron regresar por sus cosas, pero ya no los dejaron.
Resultado de eso, hubo varias pertenencias que se robaron, como una lavadora y un refrigerador.