Dentro del Templo de San Francisco descansan los restos del Beato Sebastián de Aparicio, quien a pesar de no ser un santo es visitado por turistas y poblanos para pedirle milagros, pero ¿sabes quién es este personaje? y ¿por qué sus restos descansan en esta ciudad? Aquí te lo contamos.
De acuerdo con la biografía eclesiástica, Sebastián de Aparicio nació el 20 de enero de 1502 en Gudiña, Galicia, en España.
Al ser hijo de una familia de campesinos, no tuvo la oportunidad de aprender a leer y escribir, pero desarrolló muchas habilidades útiles como arreglos de edificios, fabricación de carros y fue pastor de ovejas.
De acuerdo con sus biógrafos, a los 31 años de edad en 1533 se embarcó rumbo a la Nueva España, donde vivió el resto de su vida. Desembarcó en el puerto de Veracruz y se dirigió a la recién fundada Puebla de los Ángeles, donde se necesitaba de todo tipo de trabajo.
Tras su llegada, Sebastián de Aparicio fundó una empresa constructora y ayudó a trazar caminos entre Veracruz y la ciudad de México, además de que enseñó a los nativos su profesión.
En 1542, Sebastián se traslada a la ciudad de México con el fin de fundar otra empresa, donde abre el camino entre el Real y Minas de Nuestra Señora de los Remedios en Zacatecas y la capital virreinal.
Con el paso del tiempo se convirtió en un personaje muy importante en el transporte y en el comercio y, de hecho, actualmente se le venera como el santo patrono de los conductores.
A los 50 años y luego de 18 años de trabajo, se retiró del comercio de las carretas y se estableció en una hacienda de Tlanepantla, cerca de la ciudad de México.
Sebastián de Aparicio también se dedicó a la cría de ganado, razón por la que también es conocido como el primer charro de América Latina.
Contrajo matrimonio en dos ocasiones, pero de acuerdo con sus escritos, vivió una vida virginal, por lo que no tuvo descendencia y ambas esposas fallecieron a poco tiempo de su unión.
Tras enviudar dos veces, decidió regalar todos sus bienes y hacerles una caridad a las hermanas Clarisas, quienes vivían en la miseria y se convierte así en el portero del convento.
El 9 de junio de 1574, a la edad de 72 años, fue aceptado como novicio franciscano y destinado al convento de San Francisco, en la ciudad de México.
Un año después, el 13 de junio de 1575, hizo los votos y entró como fraile en la Orden Franciscana. Su primer destino fue el convento de Santiago de Tecali, donde se le encomendó la misión de limosnero, lo que le permitió recorrer muchas ciudades de la zona en busca de donaciones para el mantenimiento de la orden.
Allí vivió los últimos años de su vida hasta el 25 de febrero de 1600, cuando, a la edad de 98 años, falleció acompañado de algunos religiosos de la orden. Se dice que su entierro fue en Puebla de los Ángeles, donde asistieron cientos de personas.
Su cuerpo incorrupto y beatificación
El 19 de julio de 1600, habiendo transcurrido cinco meses de su fallecimiento, Fray Buenaventura Paredes, el padre superior de la orden franciscana, ordenó su exhumación donde descubrieron que su cuerpo estaba incorrupto; al morir quedó su rostro como de un hombre de 60 años pacíficamente dormido, como si estuviera vivo.
Dos años después, se llevó a cabo una segunda exhumación, encontrando el cuerpo en situaciones semejantes a la anterior.
Su beatificación fue en 1789 por el Papa Pío VI y aún se mantiene en el nivel de Beato. Actualmente, se encuentra en un féretro de plata construido con todos los milagros que le han otorgado y sólo espera su santificación. Entre sus milagros más famosos destaca la sanidad de enfermedades incurables. Sin duda alguna es uno de los beatos que cumplió más milagros.
Todos los fines de semana, en el templo de San Francisco, se lleva a cabo la bendición de vehículos para encomendarlos al beato.