Hace 32 años una familia atravesaba momentos de desolación pues uno de sus hijos estaba al borde de la muerte tras sufrir un grave accidente.
En el área de cuidados intensivos del Hospital Upaep ya había sido desahuciado. De pronto, en el pasillo, el padre de familia recibió un regalo inusual: una medalla de la Virgen de Medjugorje.
Quien se la obsequió le pidió ponérsela en la mano a su hijo y tener fe. Así lo hizo y un milagro ocurrió, el enfermo despertó después de 20 días de permanecer en coma y de que no recibiera ninguna esperanza de recuperación.
La medalla fue un detalle de Julián Haddad Ferez, así era él. Mucha gente lo recuerda por este tipo de gestos e innumerables anécdotas que coinciden en la generosidad y la filantropía características del ciudadano libanés.
En Puebla, se le reconoce por sus aportaciones al deporte, por impulsar a los jóvenes -tanto en el ámbito deportivo como político- brindando siempre consejos y orientación.
Y es que Haddad marcó historia al ser el primer titular del Instituto Poblano del Deporte entre 1987 y 1993, en el sexenio del gobernador priista Mariano Piña Olaya.
Desde ahí enfocó muchas de sus actividades al altruismo a favor de menores de edad en situaciones de vulnerabilidad. Veintiséis años más tarde, en 2019, repitió en el mismo cargo durante el breve gobierno interino de Guillermo Pacheco Pulido.
En lo personal y gracias a su pasión por el deporte rompió su propio récord haciendo abdominales para auspiciar causas a favor de niños enfermos o con discapacidad.
Destacó también por su trayectoria política, como militante del Partido Revolucionario Institucional fue regidor en el cabildo de la ciudad en 2008 y hacia 2011 se desempeñó como secretario de enlace metropolitano.
Entre sus tantas facetas por supuesto que nunca dejó de lado su arraigo, ni las costumbres propias de su ascendencia libanesa. Precisamente entre 1997 y 1999 fungió como presidente del Centro Mexicano Libanés, el punto de encuentro y unión más importante de la comunidad libanesa en Puebla.
Desde esa posición encabezó dignamente las actividades del centro cuyo objetivo es preservar el legado cultural de la comunidad mexicano libanesa.
Entre "jayes", como se llaman fraternalmente los libaneses, Julián siempre fue respetado y querido.
El pasado 6 de agosto, a los 71 años falleció por un paro cardiaco que detuvo sus latidos. Una gran ola de personajes públicos, desde políticos, empresarios, comunicadores y miembros de la sociedad civil de Puebla externaron una profunda conmoción por la pérdida de un gran ser humano, servidor público entregado y extraordinario amigo.
Sus hijos lo describen como el mejor padre y abuelo. Para ellos, como para muchos, Julián Haddad fue y será un ejemplo de fuerza, inteligencia, entrega y generosidad.