En las instalaciones del Colegio Esparza, que estaba ubicado en la calle 2 Sur 704, en el Centro Histórico de Puebla, las actividades se desarrollaban con normalidad el 13 de mayo de 1955.

Entre las familias poblanas era una reconocida institución dedicada a la formación académica y católica exclusiva para niñas, mismas que estaban al cuidado de religiosas de la orden de las Josefinas.

El inmueble, que hoy ocupa el Museo Amparo, data del siglo XVI y antes de ser colegio primero fue hospital de la ciudad.

Como cada viernes, las religiosas organizaban actividades que relajaran la presión de la semana de clases y obligaciones que impartían a las alumnas, por lo que en esa ocasión se organizó la exhibición de la película “Muñequita”, basada en la novela del mismo nombre, escrita por Rafael Pérez y Pérez.

De acuerdo con relatos que conserva la hemeroteca de El Sol de Puebla, la proyección estaba programada a las 17:00 horas, en los salones que eran ocupados por las alumnas de quinto y sexto año.

Foto: Hemeroteca de El Sol de Puebla
Foto: Hemeroteca de El Sol de Puebla
Foto: Hemeroteca de El Sol de Puebla
Foto: Hemeroteca de El Sol de Puebla

Las hermanas religiosas Conchita y Rosa María ordenaron a las estudiantes pasar a los salones para ocupar sus lugares, mismas que comenzaron a empujarse y amontonarse en la entrada.

Cuentan que las alumnas, de entre ocho y 18 años, dentro de la aglomeración no midieron peligro alguno y al hacer un tapón en la puerta de ingreso, obligó a otras a permanecer recargadas en el barandal del pasillo.

Cerca de 10 metros lineales de la vieja estructura del barandal del ladrillo del edificio del siglo XVI, no soportaron el peso de tantas alumnas ahí aglomeradas, terminó por vencerse y con ello se originó la caída de las niñas al precipicio.

Eran las 16:20 horas cuando se registró la tragedia que movilizó a profesores y religiosas, quienes de manera inmediata pidieron el auxilio de los cuerpos de emergencia.

Para los vecinos de la zona causó curiosidad tanta movilización al interior y exterior del Colegio Esparza, que no salieron de su asombro cuando supieron que un grupo de estudiantes habían caído del segundo piso al patio de la escuela.

“Los testigos acudieron de inmediato a prestar auxilio a las alumnas que yacían en el suelo envueltas en una nube de cal y ladrillos despedazados. Comenzaron por las mejor libradas que fueron las que cayeron encima de las demás, pero el grito de dolor de las niñas que sufrieron lesiones de consideración, causaron estupor entre ellos al comprobar que la mayoría había sufrido heridas de gravedad”, se lee en el diario local.


Las brigadas de auxilio llegaron al Colegio Esparza y atendieron a las alumnas, quienes no dejaban de llorar y gritar ante lo sucedido, mismas que fueron trasladadas a las instalaciones de la Cruz Roja para su pronta atención médica.

Como el número de lesionadas era mayor, rebasó la capacidad del nosocomio, por lo que fue necesario llevar a las niñas menos graves a distintos hospitales de la ciudad como el Sanatorio Guadalupe, el Sanatorio Puebla, Sanatorio Cruz y Celis, al Seguro Social del Portalillo, al Latino Americano y a la Beneficencia Española.

Las madres y padres de familia llegaron al lugar de los hechos con crisis nerviosas, mientras otros se trasladaron a los hospitales a donde fueron llevadas sus hijas.

“Desgraciadamente, minutos después de las 18:00 horas, se comprobó que había fallecido la señorita Consuelo Marañón Cárdenas, de 18 años, estudiante de comercio y con domicilio en la 5 Sur 2503”, se lee en la publicación.



Dos días después, las autoridades hospitalarias dieron a conocer el parte médico de las niñas que fueron dadas de alta y las que seguían internadas en cada uno de los hospitales, conociendo que una segunda alumna murió debido a las lesiones.

La segunda víctima era una menor de 9 años conocida como Enriqueta Sánchez Vázquez y quien fue sepultada en el panteón municipal.

Debido a tal tragedia, el trabajo de las hermanas religiosas junto con los padres Jesuitas, los Carmelitas y los Misioneros del Espíritu Santo se concentró en dar auxilio espiritual a los padres de familia, a las alumnas heridas y no lesionadas.

Este hecho fue un momento difícil en la historia del Colegio Esparza, por lo que a la fecha se evita hablar de ello, pero los poblanos de la época lo recuerdan y llegan a compartir con quienes visitan el hoy Museo Amparo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS