Si hablamos de leyendas, la de los túneles de Puebla permanece vigente en la actualidad, pues se cree que estos misteriosos pasadizos subterráneos se originaron en la época colonial y jugaron un papel crucial en la historia de la ciudad.
La leyenda sostiene que fueron construidos para fines de seguridad, pues se decía que conectaban edificios importantes de la ciudad, como monasterios, iglesias y casas señoriales, proporcionando un medio secreto de comunicación y escape en tiempos de conflicto.
Lo que agrega un toque aún más intrigante a esta leyenda es la creencia de que estos túneles secretos albergaban tesoros ocultos, pues a lo largo de los años, existen varios relatos que mencionan riquezas enterradas o escondidas en estos pasadizos, posiblemente por parte de aquellos que los construyeron o por otros habitantes de la época colonial.
Tal es el caso del famoso túnel subterráneo ubicado en el edificio Carolino.
De acuerdo con el Anecdotario Carolino en Hechos y Anécdotas del Archivo Histórico Universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en 1936 corrió el rumor de un tesoro que había sido escondido tiempo atrás en algún lugar del tercer patio del edificio Carolino.
Esta noticia fue publicada en primera plana del periódico “La Opinión” el 11 de marzo de 1936. La versión de aquel medio sostuvo que luego de ser expulsados los jesuitas en 1767 de la Nueva España, entregaron el edificio a las autoridades civiles y para dicha tarea encargaron a un fraile llamado Toribio que hiciera las diligencias correspondientes.
Al llegar los funcionarios de gobierno, el fraile encargado les enseñó todo el edificio y lo que contenía, según la orden que se le dio.
Sin embargo, cuando los funcionarios estaban en el jardín admirando la construcción, Fray Toribio aprovechó para escapar por un túnel subterráneo ubicado en el Carolino y salir por la calle de Infantes (ahora 3 oriente).
El artículo menciona que este túnel comunicaba al Colegio Carolino con el cerro de Amalucan y con algunos otros colegios jesuitas como el de San Jerónimo (Hoy Facultad de Psicología).
Se mantuvo durante muchos años la versión de que antes de entregar el inmueble, el jesuita había enterrado varios objetos de gran valor, además de monedas, esculturas y piedras preciosas.
El tesoro quedó ubicado en unos pequeños altares del subterráneo y el único testigo fue un ayudante del jesuita, que prometió no revelar el secreto.
Esta promesa fue guardada durante muchos años hasta que minutos antes de morir, el ayudante le reveló el secreto a su hijo y éste, a su vez lo dijo al suyo.
El “secreto” fue trasmitido de generación en generación hasta que llegó a oídos del periodista. El supuesto tesoro se encontraría cerca de lo que se conocía como las antiguas tres capillas, y para llegar a él, había que situarse en uno de los frisos de cantera de alguna de estas capillas, contar 72 lozas y en la última habría una argolla que al jalar daría paso al objetivo.
Pero ya en 1936 el edificio había sufrido muchos cambios y, por lo tanto, se tenía que identificar primero el friso, luego la loza, y finalmente la argolla que llevaría al tesoro.
En aquel entonces, esta noticia causó cierto revuelo en la población - y sin fundamento alguno- se convirtió en un problema, pues los responsables y rectores del edificio, excavaron por todo el inmueble sin encontrar jamás el supuesto tesoro, pero sí originó un gran daño al edificio.
A pesar de la fascinación que rodea a estos túneles secretos, la realidad sobre su existencia y contenido sigue siendo un misterio sin resolver.
Aunque en 2014, gracias a la renovación de las tuberías de la ciudad, se encontraron los primeros túneles convirtiendo el mito en una realidad, varios investigadores han desmentido la existencia de más túneles secretos.
De acuerdo con el historiador y periodista mexicano Enrique Cordero y Torres, a partir de los años treinta del siglo XX, si es que existían, comenzaron a ser destruidos por obras de drenaje y algunos fueron reutilizados como osarios, dando como ejemplo los de los templos del Carmen y La Merced.