Uno de los inmuebles que se pueden encontrar en el Centro Histórico y que se pierde entre la cotidianidad es la Ex Penitenciaría de San Javier, que ahora está convertido en oficinas del gobierno del estado.
Además de ser el recinto donde se resguardaba a los prisioneros durante los siglos XIX y XX, se caracterizó por su tecnología e innovación.
Lo inauguró en 1891 el ex presidente Porfirio Díaz y además de tener un diseño que permitía tener visiones periféricas, se caracterizó por la investigación.
Años después de inaugurado se incluyó un laboratorio de estudios criminalísticos e incluso, operó un espacio conocido como museo craneológico.
Pero ¿cómo estaban conformadas las piezas de esta colección tan peculiar en una penitenciaría?
De acuerdo con reseñas sobre el inmueble, los cuerpos de los presos que morían y no eran reclamados por algún familiar aportaban al proyecto de investigación, pues sus cráneos se ocupaban para ser estudiados.
Fue hasta 1984, durante una madrugada de marzo, cuando se trasladó a más de 900 reos a lo que hoy es el Centro de Rehabilitación Social en San Miguel.
Y es que la penitencia tenía poco más de la mitad de reclusos permitidos, por lo que ya estaba sobrepoblada como se observa constantemente en los penales mexicanos.
Algunos datos interesantes sobre el inmueble indican que antes de su creación se ocupó para albergar a militares en el conflicto bélico con Francia y que se conoció como Frente de Iturbide,
Su diseño como penal se comenzó a plantear desde 1800 y se estima que hubo obras durante las siguientes ocho décadas.