Sobre la calle 16 de Septiembre número 507 del Centro Histórico de Puebla se encuentra la Casa del Deán, la cual se fundó como museo desde el 1 de enero de 1984.
Hay que mencionar que deán significa sacerdote de la iglesia católica que preside el cabildo de una Catedral después del obispo.
Por ello, esta casa debe su nombre a su propietario, don Tomas de la Plaza Goes, quien era deán de la Catedral de Puebla.
De acuerdo con libro “Profecía y triunfo. La Casa del Deán Tomas de la Plaza. Facetas plurivalentes”, editado por Helga Von Kügelgen, en Madrid, España, este inmueble se construyó en 1575 y se concluyó en 1580 por el arquitecto Francisco Becerra.
El predio tenía un solar de mil 708 metros cuadrados por lo que se construyó un amplio edificio de dos enormes patios, ocupando la planta alta para la renta de viviendas a familias.
Entre 1888 a 1941 la casa pasó a manos del señor Francisco Pérez de Salazar y de Haro, quien compró todas las fracciones de esta propiedad a primos y tíos con el objetivo de unificarla en su traza original, convirtiéndola así en la única residencia señorial del siglo XVI en México.
En el artículo se menciona que en 1934 y 1950 se tuvieron las primeras noticias del hallazgo de pinturas que estaban ocultas bajo el papel tapiz que la aristocracia acostumbraba colocar en sus habitaciones, principalmente vestíbulos, salas y recámaras, mientras que otros refieren que se ocultaron por miedo a una nacionalización.
“Lo cierto es que muy escasas personas tuvieron conocimiento de la existencia de estas obras hasta que el inmueble se vendió a la Empresa Impulsora de Cines Independientes S. A. de C. V”, se lee en el documento en el que también se hace referencia a que esa venta fue en 1953.
Los Murales
En este museo los visitantes pueden admirar en dos salas los murales que son únicos en el país, ya que no hay otro lugar en México donde se admiren pinturas relacionadas a la mitología.
La primera sala se llama Sibilina y en ella se reproducen en su totalidad los murales con la cabalgata de la sinagoga y las sibilas, quienes eran mujeres que recibieron del Dios Apolo el don de la adivinación.
A lo largo y ancho se mira una cabalgata de vírgenes profetisas de la antigüedad clásica, correspondientes a los 12 profetas menores de Israel y las sibilas anuncian la venida, pasión y muerte de Jesucristo.
La segunda sala se conoce como El Triunfo. En sus paredes quedaron plasmadas escenas del poema de Francesco Petrarca, que habla de los triunfos del amor, de la castidad, fama, tiempo, muerte y eternidad.
Se cree que para pintar estos murales también hubo intervención de la mano indígena como se muestra en las cenefas de ambas habitaciones.
La ejecución revela que copiaron de un libro antiguo águilas, serpientes, amorcillos y animales de la mitología indígena.
La última restauración que se hizo fue en el 2010 y los trabajos duraron 9 meses, haciendo uso de tierras naturales, principalmente óxidos.
No se sabe que tipo de técnica se usaron para los murales, los especialistas no se ponen de acuerdo, ya que puede tratarse de un temple o un fresco o una combinación de ambas técnicas.
Puedes admirar estos murales y tener tu propia opinión visitándolos de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas y el costo de entrada es de 65 pesos.