Hubo un tiempo en el que un buen beso se podía cobrar con un suertudo boleto del transporte público de Puebla.
Esto, claro, cuando las diferentes rutas de la ciudad todavía cumplían con esa obligación de ley, como parte de la garantía para los usuarios.
Hoy, en ocasiones, los llegan a repartir en rutas como la Cree - Madero y los Directos a Cholula, sin embargo, en los 60 y 70 los daban en casi todas las rutas.
La tradición marcaba que, si el número serial sumaba 21, podías cobrarle un beso a la persona que te acompañara, pero también tenían otros fines más serios.
Coleccionistas como Julián Gutiérrez y Pedro Sarda recuerdan en páginas de Facebook los diseños y textos de esos boletos.
En publicaciones realizadas en el grupo de aficionados a la historia, Puebla Antigua, han presumido decenas de pequeños papeles que se guardan para el recuerdo.
En ellos se observan boletos de rutas como San Matías - Santa María - Las Palmas, la Aviación - Panteón, de la Carmen - San Antonio - Zócalo - Los Ángeles, del Garita - Panteón, de la ruta Zaragoza - La Libertad, del Xonaca - Fábricas y el de Mayorazgo, entre otros.
En la mayoría de los boletos, además de ese número que de sumar 21 significaba un beso canjeable, se ponían leyendas que advertían a los usuarios sobre su validez.
Esto, con mensajes sobre conservar el boleto para cumplir con inspecciones que también se llevaban a cabo al interior de las unidades.
Otros más advertían que era de uso personal y que significaba una garantía de seguro de viajero en caso de accidente.
Mientras que en otras rutas como la Aviación - Panteón, se observa una campaña interesante de reciclaje que indicaba que al devolver el papel se podía uno hacer acreedor a una rifa de Bonos del Ahorro Nacional.
En tanto que en otros más se colocaron también anuncios, como algunos que indicaban que el boleto servía para abrir una cuenta de ahorros en el banco.
Las publicaciones sobre boletos del transporte público de Puebla en redes sociales han desatado todo tipo de recuerdos.
Desde aquellos que sí estaban atentos a que la cifra no fuera a sumar 21 para cobrarse un beso, hasta otros que los recuerdan como separadores de libros y por los bajos costos que alguna vez tuvieron las rutas.